miércoles, 28 de noviembre de 2012

Como siempre con topicos interezantes

El legado Petraeus: ¿Una CIA paramilitar?





Traducción para www.sinpermiso.info: Enrique Gómez
Si bien gran parte de la atención de los medios de comunicación sobre el l'affaire Petraeus se ha centrado en la relación sexual del director de la CIA con su biógrafa, Paula Broadwell, el escándalo pone al descubierto otra relación mucho más importante: la que existe entre la CIA y los jefes militares del Estado Mayor de Operaciones Especiales Conjuntas (JSOC). Una guerra entre bambalinas desde los atentados del 9/11, en la que ambas instituciones gubernamentales luchan por el control de las guerras contra el “terrorismo”, cada vez más globales, en las que están comprometidos los Estados Unidos. Una guerra interna de feudos que el JSOC en gran medida va ganando. Petraeus, un jugador clave en esta lucha por el poder, deja tras de sí una Agencia que ha ido abandonando el trabajo de inteligencia a favor de las actividades paramilitares. Aunque su legado quedará marcado en gran parte por el escándalo que acabó con su carrera, para importantes sectores militares y de inteligencia la trayectoria profesional de Petraeus, de comandante de las fuerzas militares estadounidenses en Irak y Afganistán hasta la dirección de la CIA, es un símbolo de esta evolución.
Según Philip Giraldi, un oficial de carrera retirado de la CIA, "yo no diría que la CIA ha sido tomada por los militares, pero si que la CIA se ha vuelto más militar…Una parte considerable del presupuesto de la CIA ya no es para espionaje. Es para apoyar a grupos paramilitares que trabajan en estrecha colaboración con el JSOC para matar terroristas, y para gestionar el programa de aviones no tripulados". La CIA, añade, "es ahora una máquina de matar".
Como jefe del Estado Mayor Central de EE UU en 2009, Petraeus firmó toda una serie de órdenes operativas que ampliaron considerablemente la capacidad de las fuerzas de Estados Unidos para operar en varios países, como Yemen, donde las fuerzas estadounidenses comenzaron a realizar ataques con misiles ese mismo año. Durante el breve paso de Petraeus por la CIA, los ataques de aviones no tripulados llevados a cabo por la agencia, a veces conjuntamente con el JSOC, se intensificaron dramáticamente en Yemen y, en su primer mes en el cargo, supervisó una serie de ataques que mataron a tres ciudadanos estadounidenses, incluyendo al menor de 16 años Awlaki Abdulrahman. En algunos casos, como en la incursión que mató a Osama bin Laden en Pakistán, los comandos de élite del JSOC actuaron con cobertura de la CIA, para que la misión quedase en secreto si fracasaban.
Un agente de enlace del Departamento de Estado, que también ha trabajado frecuentemente con el JSOC, describe como la CIA se esta convirtiendo en "un mini-Comando de Operaciones Especiales que pretende ser una agencia de inteligencia". Más allá de todas las alabanzas que Petraeus ha merecido por su estrategia contrainsurgente y el "éxito" en Irak , su verdadero legado, según este agente diplomático de enlace, es el de haber sido un "instrumento político", un facilitador de aquellos que dentro del aparato de seguridad nacional quieren que continúen las mini-guerras encubiertas a escala global. Refiriéndose a la "mística que rodea al JSOC" y al almirante William McRaven, jefe del Comando de Operaciones Especiales, el mismo diplomático cuenta que "Petraeus estaba intentando recrear ese tipo de ambiente operativo en la CIA."
"Petraeus quería ser McRaven, pero ahora es imposible…Estamos firmemente en la era McRaven. No hay otro jefe operativo que goce de la confianza del presidente que sea capaz de articular estrategias y defenderlas en las salas de crisis donde todo el mundo tiene la misma sino más capacidad intelectual. McRaven es todo lo que no es Petraeus ".
El coronel retirado W. Patrick Lang, un ex alto funcionario de inteligencia militar, dice que la arrogancia de Petraeus -"cuidadosamente oculta bajo la apariencia del guerrero sabio"- le hizo muy impopular entre los oficiales de alto rango de las fuerzas armadas. Lang no solo desecha la imagen de Petraeus como un "super soldado" y gran líder militar construida por los medios de comunicación como "pura mierda", sino que lo describe como el producto de un sistema de ascensos militares que anima a los generales a pensar en sí mismos como "elegidos por los dioses". "De hecho, ni escribió el manual de contrainsurgencia COIN ni el aumento de tropas fue el elemento determinante en la mejora de la situación en Irak .... Lo enviaron a Afganistán para aplicar la doctrina COIN de la misma manera que hizo en Irak, y no ha funcionado. Por lo tanto, si se mira debajo de la superficie de todas estas cosas, solo hay un montón de aire caliente. Hay grandes generales, pero este chico no es uno de ellos”. Al llegar a la CIA, dice Lang, Petraeus “quería llevar a la Agencia en la dirección de las acciones encubiertas y ser un jugador importante”.
En cuanto al futuro de Petraeus, el diplomático de enlace del Departamento de Estado añade: “Tienen muchos beneficios esperándoles, a él y a su círculo inmediato de asesores, porque se les prepara un aterrizaje suave, ya sea académico o en los intersticios del complejo militar-industrial”.
El ex alto funcionario de la CIA, Giraldi, muestra su preocupación de que, en estas circunstancias, “la CIA va a olvidar como espiar”. Asimismo, enfatiza las “consecuencias a largo plazo” de la militarización de la CIA: “en todo el mundo, la burocracia sabe como protegerse. Así que, una vez convertida la CIA en una organización paramilitar, habrá fuertes presión internas para seguir adelante en esa misma dirección. Porque habrá gente en los niveles superiores de la organización que habrán ascendido así y querrán proteger lo que consideran su nicho. Ese es el gran peligro”.
 
Jeremy Scahill , es investigador de la Puffin Foundation Writing en la revista The Nation , Es autor de Blackwater: The Rise of the World's Most Powerful Mercenary Army , publicado por Nation Books.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Del “mal menor al mal mayor” y la desaparición del liberalismo crítico

Ante la reciente reelección del “demócrata” Barack Obama, el sociólogo estadounidense James Petras hace un balance de su primer mandato, subraya el efecto netamente desmovilizador que ha tenido sobre los movimientos sociales y las fuerzas progresistas en Estados Unidos y augura “una agenda social aún más regresiva y reaccionaria” en el futuro inmediato de los estadounidenses.
Nueva York (EEUU) | 9 de noviembre de 2012




Consecuencias políticas de la presidencia de Obama: pasado, presente y futuro
La presidencia de Obama y el periodo previo de su pasada y presente campaña electoral han tenido un impacto devastador en movimientos sociales y populares, comprometidos en cuestiones de paz, derechos laborales, migratorios y constitucionales, así como de regulación medioambiental.
El movimiento por la paz desapareció virtualmente cuando sus líderes instaron a sus partidarios a enfocar sus actividades en la elección de Obama. Él los recompensó aumentando el gasto militar y participando en guerras consecutivas, de manera directa o indirecta, en siete países, sembrando el caos y la destrucción. Se enfrentó a una mínima oposición ya que muchos ex-activistas por la paz, consternados, se alejaron o se aferraron a un puesto y se disculparon por la guerra. En 2012, los líderes partidarios -menos pacifistas- repiten el mismo mantra para apoyar a Obama; pero no se atreven a repetir la última mentira (en el nombre de la “paz) sino que proclaman “la derrota de Romney”.
El movimiento por los derechos de los inmigrantes previo a la elección de Obama en 2008 movilizaba a varios millones de personas...hasta que fue infiltrado y tomado por politiqueros méxico-estadounidenses del partido Demócrata que lo convirtieron en una máquina electoral para asegurarse su propia elección y la de Obama. Éste recompensó a los inmigrantes estableciendo un récord: deteniendo, encarcelando y expulsando a un millón y medio de inmigrantes durante su mandato.
El masivo movimiento por los derechos de los inmigrantes ha sido en gran parte desmantelado, y ahora políticos estafadores del partido Demócrata solicitan el voto de los desilusionados votantes inmigrantes.
Los afroamericanos fueron los más olvidados dentro de la clase trabajadora estadounidense durante el mandato de Obama. Experimentaron los niveles más altos de desempleo, de ejecuciones hipotecarias y los periodos más largos sin encontrar trabajo. Se volvieron políticamente invisibles ya que Obama se inclinó a buscar maneras de apaciguar a los rabiosos racistas blancos que buscaban etiquetarlo como un “presidente negro”. Líderes afroamericanos -políticos y religiosos- y celebridades de los medios de comunicación hicieron todo lo posible para bloquear cualquier oposición popular, reivindicando que sólo “reforzaría a los racistas” –ignoraban así el apoyo y rescate de Obama a la blanca Wall Street mientras le daba la espalda a millones de hogares afroamericanos bajo el agua. Sin un movimiento o liderazgo, temerosos del problema (racismo económico) y la solución (cuatro años más de invisibilidad con Obama) la mayoría de trabajadores afroamericanos están destinados a la abstención o a taparse la nariz y votar a “Oreo” Obama.
El movimiento Occupy Wall Street, precisamente porque era independiente del Partido Demócrata y cansado de la total subordinación de Obama a Wall Street, dio voz temporalmente a la vasta mayoría de la población que se opone a los dos partidos. Los funcionarios locales y estatales del partido Demócrata aplaudieron “la causa” y luego reprimieron el movimiento.
Un movimiento espontáneo sin dirección política, que a falta de un liderazgo político alternativo, fue incapaz de enfrentar el régimen de Obama: el movimiento declinó y se desintegró, siendo muchos de sus simpatizantes absorbidos por la campaña del “mal menor” de Obama. La animadversión de las masas populares hacia Wall Street fue calmada con la alegación de Obama de haber salvado “la economía” de la catástrofe con la canalización de 4’5 billones de dólares a los bolsillos de los banqueros.
Los derechos constitucionales fueron atacados salvajemente por la defensa de Obama en juicios militares, las torturas de la era Bush, la extensión del poder de arbitraje ejecutivo incluyendo poder presidencial para asesinar a ciudadanos estadounidenses sin un juicio previo.
Mientras algunas organizaciones legales libraban un buen combate por las libertades civiles, la gran mayoría de liberales brillaban por su ausencia en movimientos democráticos sostenidos que apoyen los derechos de 40 millones de estadounidenses bajo vigilancia policial, especialmente ciudadanos musulmanes e inmigrantes. Ellos escogieron no avergonzar al Presidente Demócrata: sobrepusieron la relección de un estado policial Demócrata por encima de su supuesta defensa de los derechos constitucionales. Nada de manifestaciones masivas por las libertades civiles; nada de protestas contra la política de Seguridad Nacional; nada de grandes movimientos por la libertad de expresión contra la abolición del derecho a criticar a Israel.
Durante décadas, la confederación de sindicatos y los movimientos de personas mayores defendieron la Seguridad Social, Medicare y Medicaid. Con Obama en el cargo, declarando y preparando abiertamente mayores reducciones y clausulas regresivas en la cobertura (aumentando la edad requerida) y la indización, no ha habido un movimiento de protesta significativo. Estos programas que casi durante un siglo (seguridad social) o medio (Medicare, Medicaid) se han considerado intocables están ahora, según Obama, “en la mesa” para ser despiezados (“reformados”, “ajustados”). Los millonarios jefes sindicales han empleado a un pequeño ejército de trabajadores para hacer campaña y recaudar 150 millones de dólares para re-elegir a un Presidente que promete hacer grandes recortes en los programas de sanidad para los pensionistas y los pobres. Obama ha legitimado las posiciones regresivas socialmente de la extrema derecha mientras que el Partido Demócrata ha neutralizado cualquier oposición sindical o movilización.
Por último pero no menos importante, el régimen de Obama ha cooptado críticos progresistas liberales y sociales de manera encubierta. En nombre de “oponer a Romney” expertos progresistas como Chomsky y Ellsberg, han acabado aliados con multimillonarios de Wall Street y Silicon Valley, militaristas del Pentágono, partidarios de la Seguridad Nacional e ideólogos sionistas (Dennis Ross) para elegir a Obama. Por supuesto, el apoyo de los progresistas será aceptado –aunque apenas reconocido- pero no tendrán ninguna influencia en la futura política de Obama después de las elecciones: serán desechados como condones usados.
El futuro: las consecuencias post-electorales
Con o sin la relección de Obama, su régimen y sus políticas han preparado el terreno para una agenda social aún más regresiva y reaccionaria: los niveles de vida incluyendo la sanidad, el bienestar y la seguridad social se reducirán drásticamente. Los afroamericanos permanecerán invisibles excepto para la policía y el racista sistema judicial. Los inmigrantes serán perseguidos y expulsados de sus casas y de sus trabajos: los sueños del estudiante inmigrante se convertirán en pesadillas llenas de temor e inquietud. Escuadrones de la muerte, guerras por poderes y teledirigidas se multiplicarán para apoyar a un imperio en bancarrota. Innumerables e hipócritas progresistas cambiarán de rumbo y criticarán al presidente que han elegido; o si fuera Romney atacarán los mismos vicios que pasaron por alto durante la campaña electoral de Obama: más recortes en gasto público; el cambio climático provocará un mayor deterioro en la vida diaria y la infraestructura básica; más inundaciones, incendios, plagas y apagones. Los neoyorquinos van a aprender a depurar el agua del wáter; quizá tengan que beberla y bañarse en ella.


Traducido para Rebelión por Carmen López


James Petras
Profesor emérito de Sociología en la Universidad Binghamton de Nueva York. Último libro publicado: The Arab Revolt and the Imperialist Counter Attack (La revuelta árabe y el contra ataque imperialista), ediciones Clarity Press, 2011.